¡Ni por el putas1 vuelvo a trabajar en esas condiciones!
Un discurso del primero de mayo, 1930
Me preocupa enormemente, camaradas, que mi voz no las alcance a todas, pero créanme cuando les digo que mi espíritu llegará a los rincones más distantes de este recinto.
He hablado antes en este sala, así como en muchas otras, y un deseo que he tenido siempre es que el arquitecto que construyó algo como esto -con la acústica que tiene- no vuelva a construir uno parecido jamás.
Ahora voy a traerles un mensaje, hoy hace cuarenta y cuatro años tuvimos nuestra primera presentación en suelo norteamericano de lo que sería conocido como una gran huelga. Fue la introducción de la jornada de las ocho horas en Estados Unidos. Pasar de doce a ocho horas fue un gran paso, y tengo el honor de ser una entre aquellas, a mi pequeña y humilde manera, de quienes fueron útiles en los preparativos de la inmensa huelga.
He estado en el movimiento obrero por muchos años, he estado en el movimiento obrero desde que era apenas una niña como estas chicas que veo hoy. Cuando las vi a ustedes, con sus ojos brillantes y sus movimientos colmados de futuro, alegres y brillantes, volví sobre todos estos años y me vi a mí misma y dije, después de cuarenta y cuatro años veo a estas niñas que vendrán y tomarán el lugar de aquellas como yo, que un día no muy lejano, claro está, habremos de morir. Ellas continuarán con la gran lucha hasta que haya sido vencida la última batalla.
Desearía tener la fuerza. Desearía tener la sabiduría. Desearía ser una oradora lo suficientemente buena para describirles el Chicago de hace cuarenta y cuatro años. A mi humilde manera intentaré apenas darles un esbozo. Llevábamos cerca de un año organizando a la clase trabajadora. Muy discretamente. Estaba tan abatida en aquellos días que las capitalistas le prestaban poca atención, pero cuando llegó el primero de mayo y esta consigna se levantó: «¡Baja tus brazos, deja tus herramientas y sal!», yo nunca había visto una huelga como ésta. Fue un acontecimiento impresionante. Fue una huelga espontánea y las trabajadoras salieron por millares hasta que la clase capitalista se afirmó a sí misma que había cuarenta mil personas en las calles de Chicago, y cuando intentó hacerles volver a trabajar ellas replicaron: «¡Ni por el putas vuelvo a trabajar en esas condiciones!»Ese fue el espíritu del día, esa fue la línea divisoria entre el movimiento por una jornada reducida y el de horas largas en Estados Unidos. Desde ese día hay sindicatos en esta ciudad que fueron organizados entonces, el de panaderas y otros más, que nunca han vuelto a ser lo que eran. Habría sido distinto si no fuese por esa organización creada justo antes de esto -nuestros líderes fueron asesinados y, cuando lo fueron, una organización se puso al frente- una supuesta organización obrera, la AFL (la Federación Americana del Trabajo). ¿Qué tienen ellas para producir? ¿Qué tienen para mostrar después de sus 46 años de existencia? Han juntado y reunido a las mecánicas, dos millones de una población de treinta y ocho. Tienen dos millones bajo sus banderas, las demás se pueden ir directamente al infierno, por lo que les importa, no son más que el rebaño común
Como veo este movimiento hoy, dentro de cuarenta y cuatro años se contará otra historia. Creo que dentro de cuarenta y cuatro años tal cosa habrá desaparecido. Habrá desparecido de la faz de la Tierra porque veo a este movimiento actual como he visto a muchos ir y venir, he pertenecido a todos. Fui delegada en la organización de la IWW, tuve carnet del viejo Partido Socialista y ahora estoy conectada con las comunistas [a través de la International Labor Defense]. Entonces las he visto crecer y desaparecer.
Los asuntos humanos, la vida, son justo como los flujos y reflujos de la naturaleza. Son como las corrientes y los reflujos en el recorrido del océano a lo largo de las costas. Las olas vienen, desempeñan su papel y se retiran, pero todas dejan su impronta, hasta que el océano mismo sea desgastado por el tiempo. Y así, nadie debe desanimarse si estas olas, potencias humanas del movimiento revolucionario, vienen y se van. Todas y cada una dejan su huella, la impronta radical. Todas traen algo detrás, y el siguiente gran movimiento, como este que viene, simplemente se parará sobre las huellas de quienes se han ido y lo llevarán aún más lejos hasta que llegue la emancipación. Es una lección de historia. No logramos todo en un día o una generación, continúa en las siguientes y creo, sin halagar a esta organización, que tiene la esperanza justa. No puedo evitar creer que continuará y no morirá como otras organizaciones, porque creo que tiene la sustancia necesaria.
Ahora, no voy a hablar durante mucho más tiempo. Quisiera decirles algo sobre Haymarket, y luego, probablemente, habré casi terminado. El movimiento de 1886, el movimiento por las ocho horas, fue un gran éxito. Por algunos días tuvo prácticamente a las capitalistas en fuga. Les tomó completamente por sorpresa. Tuvimos que pasar una gran prueba como movimiento en aquellos días y debo, justo aquí y ahora, levantar una protesta por las llamadas anarquistas de entonces. Soy anarquista: no tengo que disculparme ante ningún hombre, mujer o niña por serlo, porque el anarquismo lleva en su seno la semilla misma de la libertad.
Ahora bien, nosotras las anarquistas y otras de las aquí presentes fuimos quienes llevamos a cabo esta huelga. Continuamos con este movimiento y el tres de mayo -quiero decirles ahora algo importante que puedan llevarse consigo- el tres de mayo la gente de la fábrica McCormick Reaper hizo huelga y salió a exigir la reducción de la jornada de doce a diez horas. Ni siquiera pidieron ocho horas, eso estaba más allá de sus proyecciones. Y ese día, cuando la enorme y monstruosa reunión tenía lugar, llegó la policía y disparó y apaleó a esta gente inocente. Al día siguiente fue convocada la reunión de Haymarket como protesta ante los disparos y las golpizas del día anterior.
Fue una conspiración de la clase capitalista para romper el gran movimiento que estaba arrasando con todo en su camino. Entonces, lo de Haymarket no fue nada distinto a una conspiración de la clase capitalista para quebrantar al movimiento de ese momento. Fue un disturbio policial, estábamos tan tranquilas y pacíficas como ustedes sentadas aquí hoy. Pero tuvo su efecto. Siempre hemos creído que fue un detective quien arrojó la bomba en la plaza, con el propósito de lastimar al movimiento por las ocho horas. ¡Ahora, tengan cuidado con esa canalla entre ustedes! Mientras ustedes avanzan, intentarán hacerles un trabajo como este, sabemos que son capaces de cualquier cosa. Creemos que la bomba la arrojó algún detective. El hombre que lanzó la bomba en la plaza nunca fue identificado. No vine aquí a dar un discurso sobre Haymarket, fue únicamente un gran movimiento obrero.
Quiero que se lleven a casa con ustedes la certeza de que los hombres que yacen dormidos en el cementerio de Waldheim fueron mártires del movimiento obrero. Ustedes hoy en día disfrutan de mejores condiciones, y todas debemos tener unas incluso mejores después de cuarenta y cuatro años. No hay tal cosa como la quietud en el mundo, en ningún lugar de la naturaleza, así que debe haber algo mejor —hoy las comunistas exigen una jornada de seis o siete horas. Dentro de cuarenta y cuatro años, o mucho tiempo antes, demandarán cuatro horas o incluso menos, hasta que no haya hombre o mujer en el mundo que quiera trabajar que no pueda conseguirlo. Esa es la clase de movimiento del futuro.
Eso no será todo, de continuar así, el capitalismo se habrá ido por la borda. No espero vivir tanto tiempo, pero creo en ello cuando veo gente joven y honesta que está dispuesta a abandonar su trabajo en tiempos como este, cuando es precisamente tan escaso, y salir en medio de la semana laboral a desafiar a las clases capitalistas y entrar en la luz del día para mostrarles que defienden sólidamente jornadas más cortas y mejores condiciones, eso significa que son personas honestas, esta es la clase de gente que tenemos aquí.
El Partido Comunista tiene a cientos y cientos en celdas de prisión. Ellas están allí y antes de terminar quiero pedirles que levanten un gran grito de aliento para ellas, que sepan que les apoyamos. Lo haré en un momento. Ahora, camaradas, continúen con el movimiento, sigan adelante, llévenlo a término, pues como ha dicho el camarada, nos dicen rojas. No sé si eso es malo. No creo que sea un apodo demasiado malo. Somos bastante rojas. Les digo, yo soy una roja de verdad. La bandera roja (sosteniendo un trapo rojo).
La bandera de las trabajadoras es del más profundo rojo,
cubrió a menudo a nuestras martirizadas muertas;
y antes de que sus miembros se pusieran pálidos y fríos,
su sangre tiñó cada uno de sus pliegues.
Levanten entonces el estandarte escarlata,
moriremos y viviremos bajo sus pliegues.
Aunque las cobardes flaqueen y las traidoras nos desdeñen,
nos mantendremos aquí ondeando la bandera roja.
Nosotras formamos la lucha de la historia. Es la bandera y ondeará sobre los baluartes del capitalismo en todo el mundo y ninguna mujer será obligada a vender el sagrado nombre de la virtud por un pedazo de pan. Ningún niño será obligado a ir a nuestras fábricas.
Ningún hombre caminará por la tierra pidiendo pan sin poder conseguirlo. Ondeará sobre las murallas del capitalismo. Entonces saluden el estandarte de las trabajadoras, la bandera roja en todo el mundo.
Hoy marchamos, le enviamos saludos a las olas del océano, los enviamos de continente a continente, saludamos a nuestras amigas al otro lado del mar y en todos los climas y todos los países: estamos con ustedes. Nuestros corazones palpitan. La clase obrera a lo largo y ancho del mundo proclama la muerte del capitalismo y la esclavitud del salario.
He pedido a la presidencia sólo un momento, les he dicho ya algo acerca de Haymarket, aunque no mucho, y he traído conmigo los discursos que fueron pronunciados por nuestros camaradas, mi esposo y nuestros compañeros, y quisiera decirles sobre esa bandera roja que ellos fueron amortajados en ella y yacen en su último lugar de reposo cubiertos por ella. Pero estos son los discursos. Cuando fueron condenados a muerte se les preguntó si tenían algo que decir para evitar la pena de muerte. Se levantaron en la corte y durante tres días pronunciaron estos magistrales discursos.
Nada fundamental ha sido agregado al movimiento obrero en estos cuarenta y cuatro años. Ustedes se preguntarán cómo aquellos hombres de entonces podrían tener tal comprensión de la lucha. Durante tres días le dijeron a la corte, -Honorable Juez- dijo mi esposo,
-Honorable Juez, nosotros no pronunciamos estos discursos para usted o para su clase. Cuando estemos muertos, a lo que creemos ya estar condenados, este será nuestro mensaje al mundo y a la clase trabajadora, para que sepan por qué fuimos sentenciados a muerte. Todos estos años de mi vida he estado llevando este mensaje para ustedes, las obreras.-
Si alguna de ustedes quisiera leer estos discursos, aquí tenemos los recortes de los cinco mártires. Ellos están con nosotras en esta sala.
Muchas gracias.
1.Con esta expresión quisimos acercarnos lo más posible al tono coloquial, violento y bíblico de Lucy cuando dice «I’ll be damned…», que me maldigan, que en nuestro contexto no tiene mucha fuerza. Puede que corramos el riesgo de hacer una traducción excesivamente local, con horribles consecuencias, pero corramos el riesgo. En Colombia, desde donde hacemos la traducción, se conoce popularmente al diablo como «el Putas», por lo cual creemos que al final es compatible con el tono y la intención del título original, diciendo que ni para el mismísimo realizaríamos tal esfuerzo.
* Un libro que reúne éste y otros discursos y escritos de Lucy Parsons, agitadora, periodista y editora infatigable, será publicado este año en Bogotá por la editorial Pie de monte.